Hoy no voy a hablarles de cosas técnicas. Quiero platicarles de algunos pensamientos que tengo acerca de cómo salir adelante y progresar en esta industria. Mi primera instalación la hice alrededor del año 1981, sin ningún conocimiento previo pero muchas ganas de escuchar ese ecualizador booster usado, que acababa de venderme un amigo. Siguió pasando el tiempo y mi pasión por el audio creciendo día con día. Leía con fervor cualquier revista, documento o folleto que me caía en las manos. Obviamente no existía el Internet ni nada de lo que tenemos hoy día, pero eso sí, había varias y extraordinarias publicaciones del tema, que paradójicamente no existen más. Comencé mis estudios de ingeniería sin sospechar que me convertiría en un instalador, aun cuando nunca dejé de realizar instalaciones en mis autos y los de los amigos. Recuerdo que el concluir el último semestre de la universidad me cayó muy bien, ya que tenía varios autos de amigos haciendo cola en mi casa, esperando a ser instalados. Terminé la escuela y sin pausa me seguí instalando todos los días, todo el día, algo así como cuatro meses. Un buen día, lo recuerdo bien, mientras me encontraba terminando un auto como a eso de las 2 de la mañana, dándole sus últimos ajustes de Calidad de Sonido acompañándolos con un delicioso Marlboro, tuve un sobresalto. ¿Qué estaba yo haciendo? ¿Qué iba yo a hacer de mi vida? No me había hecho esa pregunta en mucho tiempo. Simplemente había estado haciendo lo que me gustaba, sin planes, sin metas, sin objetivos. Después de pensarlo por un rato me resultó obvio que lo que más deseaba hacer el resto de mi vida era justo lo que estaba haciendo en esos momentos: ser un instalador. Una vez comprendido, ahora sí comencé a trazar metas. La primera de ellas fue capacitarme como instalador, para lo cual tomé varios cursos en diferentes escuelas en los Estados Unidos. Tomé prestado un pequeño local propiedad de mi familia en la calle Chabacano de la Ciudad de México, y le colgué un letrero afuera con el nombre de SUONO, sugerencia de mi hermano. Así comencé. La verdad no tenía prácticamente nada de mercancía más que lo más básico. Un poco de cableado, hojas de madera, herramienta y muchas ganas de trabajar.
Fíjense amigos que una de las cosas más difíciles en la vida es decidirse a comenzar algo. Juntar el valor, el coraje, vencer a nuestros monstruos internos. Por ejemplo, uno de los puntos difíciles en la vida es casarnos. Sin embargo cuando nos casamos, lo hacemos junto a otra persona, compartimos el riesgo con la pareja y eso nos da valor y confianza. Es justo por esa razón que tantas personas se asocian con otros para comenzar un negocio. Muchas veces no es realmente por necesidades económicas sino porque nos falta el valor (por llamarle de alguna manera) de hacerlo solos, y la sola existencia del “socio” nos aminora la carga, el miedo del proyecto que se viene. Mi recomendación: arráncate solo, véncete a ti mismo, las sociedades casi siempre terminan mal, temprano o tarde, por lo que terminas como debiste haber comenzado: solo.
Tampoco son necesarias grandes cantidades de dinero para comenzar, todo lo que requieres es coraje, pasión, hambre, deseos de triunfar y el valor para conseguirlo. Muchos piensan que el camino es a través de un crédito. Te endeudas con el banco o cualquier otro servicio financiero y entonces sí se complica la vida. Al día siguiente de adquirido el crédito ya estás generando intereses por lo que terminas trabajando para tu acreedor, si es que no terminas perdiéndolo todo. Por supuesto un crédito puede darte la posibilidad de arrancar tu negocio en un instante, llenar tu bodega de producto y ponerte en una situación competitiva de la noche a la mañana, pero si lo pensamos bien, tantas bondades no suelen ser sin costo, ¿no lo creen?
El otro camino es despacito, pasito a pasito, ahorrando todo lo que se pueda e invirtiendo solamente lo que se tiene. De esta forma puede tomarte 10 años llegar a donde el crédito podía ponerte en 6 meses, pero con mucho menos riesgos. Imagínate que compras el equivalente a una habitación llena de productos y tal mercancía desaparece, te la roban o por alguna causa resulta inservible. Si habías pagado tal mercancía con un crédito, tú sigues debiendo ese dinero con sus intereses, ¿cómo lo vas a pagar? ¿Cómo vas a dormir? Ahora imagínate que habías pagado todo ese producto con el ahorro de tres años de trabajo. Por supuesto que te pones a llorar y te da diarrea una semana, pero pasada la semana no pasa nada, sigues adelante; te quitaron algo que tenías, no algo que no era tuyo y debes, con sus respectivos intereses. Recuerden que al final del día la vida es todo aquello que vivimos cada día, y la tranquilidad, al menos para mí, es muy valiosa. Por supuesto muchos de ustedes no tienen que estar de acuerdo conmigo y quizá hasta disfruten la emoción y la tensión de todo ese dinero que deben junto con sus intereses, e incluso tal sensación les motive a esforzarse más cada día. Es válido por supuesto y es la forma en que un gran número de personas triunfan. Yo les comparto mi punto de vista, mi filosofía de avanzar pequeños pasos a la vez pero seguros, para que lo mediten y tomen sus propias decisiones y riesgos. Por ejemplo, un día compré un auto a crédito. Cada mes debía juntar el dinero de la mensualidad. Cuando no había trabajo y el auto estaba estacionado frente a mí, verdaderamente lo odiaba, me estresaba sólo verlo. De hecho, terminé devolviéndolo. Desde entonces prefiero primero ahorrar y luego adquirir de contado el auto que me sea posible tener en ese momento de mi vida. Con el dinero en la mano haces mucho mejores tratos, no tienes que pagar los seguros más caros que te obligan a adquirir y, lo más importante, vives tranquilo y cada vez que ves tu auto te sientes bien en lugar de mal.
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Una vez que comienzas a trabajar, debes ser honrado, organizado, nunca dejar de prepararte, siempre ahorrar, invertir en tu negocio. Hoy día me llama un cliente y me pide un aparato que le acaban de encargar, pero quiere que se lo mande a crédito, no tiene los $3,000.00 para invertir en el aparato. Me pregunto yo, ¿tiene 10 años trabajando en su negocio y no tiene $3,000.00 para invertir? No se puede creer. Un punto especialmente complicado es cuando comienzas a comercializar un nuevo producto, lo ofreces para su venta en diferentes negocios, pero ellos sólo te lo aceptan a consignación, es decir, te lo pagarán sólo si lo venden, cuando eso suceda. Por supuesto pasé por ahí y es uno de los peores arreglos que existen. Si tú estás en tu negocio, te urge pagar la renta y hay dos productos por vender, uno que lo compraste y requieres recuperar la inversión y otro que te dejaron a consignación, ¿cuál crees que vas a ofrecer?
Después de superado el horror de la consignación, el siguiente paso, mucho mejor por supuesto e increíblemente arraigado en la industria, es el crédito: entregas el producto y se comprometen a pagártelo por ejemplo a 1 mes. Al principio todo va más o menos bien pero con el tiempo algunos clientes comienzan a atrasarse. Llega el mes y no te lo pagan. Hay quienes se atrasan mucho y quienes de plano ya no te pagan jamás. Lo malo de los que ya no te pagan es que se pierde doble, se pierde lo que te deben y se pierde el cliente.
Por supuesto casi no hay otra forma de comenzar a trabajar pero debe uno de ser muy cuidadoso y tratar de usar técnicas para evitarlo, como ofrecer descuentos por pago de contado u otras promociones. En cuanto a los créditos hay algo que debes de saber: sin importar qué tan buena sea la relación que tienes con tu cliente, siempre habrá una cantidad de dinero por la cual tu cliente será capaz de terminar la relación comercial contigo. Simplemente piénsalo al revés. Por ello debes ser muy cuidadoso en no permitir nunca que las cuentas crezcan demasiado y debes conocer, para cada uno de tus clientes, por qué cantidad estarían dispuestos a defraudarte, la cual por supuesto cambia para diferentes momentos de su vida.
En fin, con la esperanza de que esta breve charla les haya aportado al menos un dato valioso, les deseo la mejor de las suertes en sus proyectos y la determinación, constancia y honestidad para salir adelante.
Artículo obra del Ing. Juan Castillo Ortiz publicado en la revista AudioCar #394
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