Sí, creo que ya lo había escuchado antes, necesitas una caja acústica que suene natural y bien controlada, que provoque arritmia en los jueces de calidad de sonido. Adicionalmente, debe ser capaz de romper algunos record’s en competencias de SPL, digamos, no menos de 158 dB SPL. Por supuesto no debe ser muy grande, ya que los domingos que vas al estadio sueles meter en la cajuela tus dos o tres cartones de cerveza y tampoco quisieras comprar uno de esos amplificadores enormes, de esos de 1500 Watts RMS, sino usar este que te ha salido tan bueno y conservas desde la secundaria, ¿se puede?
¡Claro, aquí en Hogwarts todo es posible! puedes regresar por ella en dos horas…
Así es la física
Digo, soñar no es pecado, pero con la sana intención de evitar decepciones a la hora de la verdad, examinemos cuáles son las limitantes reales que se nos presentan a la hora de diseñar una caja acústica, tratando de que cumpla lo mejor posible con todos nuestros caprichos y pretensiones. Para empezar, no se puede tener todo en la vida, sin importar que te apellides Slim (antes hubiera dicho Gates, pero ya está pasado de moda). O es una caja acústica para calidad de sonido, para escuchar música ya sea escandalosa o no, o es una caja acústica para ir a competir en una justa de SPL y pretender regresar con algún trofeo. Ambas son diametralmente opuestas, sus diferencias son irreconciliables.
Sin embargo, no importando en cuál de los dos extremos nos enfoquemos, hay tres reglas o, dicho de otra manera, hay tres cosas que no se pueden tener simultáneamente en una misma caja acústica, ya sea ésta del tipo que sea. Por supuesto, esto va de la mano con el diseño de los subwoofers para trabajar en tales cajas.
No se puede tener una caja acústica que sea simultáneamente:
1. Pequeña
2. Que dé bajos profundos, y
3. Eficiente.
Si diseñamos un sistema para que trabaje en una caja acústica pequeña, tan comunes en recientes fechas, pero que además sea capaz de producir bajos muy profundos, forzosamente se tiene que sacrificar la eficiencia. ¿Qué tenemos? Subwoofers con grandes imanes y altos manejos de potencia, diseñados para ser alimentados por monstruosos y costosos amplificadores, necesarios para contrarrestar su tremenda ineficiencia. ¿Qué era común antes? Subwoofers en cajas grandotas, a veces llamadas “ataúdes”, con muy buen sonido, muy buen bajo profundo, alimentadas con un amplificador de 100 Watts, es decir, eficientes, con bajos profundos pero de ninguna manera pequeñas.
Todas las demás variantes existen también, si las hacemos pequeñas y eficientes, no van a ser capaces de bajar mucho en frecuencia. Por supuesto cuando decimos “pequeñas”, “eficientes” o “bajos profundos”, nos referimos a valores relativos al altavoz y caja específica, no a datos absolutos.
Así es la física y así se maneja este negocio.
Como tantas otras cosas en la vida, el audio es el arte del compromiso, es decir, el arte de saber qué ceder, con el fin de obtener alguna otra característica que, por alguna razón específica, nos interesa más en esos momentos.
Así que ya lo sabes, no se puede tener todo en la vida y quizá tampoco sea necesario. No se trata de que te lo prometan, los obligues o estés dispuesto a pagar por ello, se trata de que escojas bien tus prioridades y comprendas cuáles son los costos.
Artículo obra del Ing. Juan Castillo Ortiz publicado en la Revista AudioCar #201
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